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Dos damas de la familia Cholmondeley

Parece que estamos viendo doble, pero no.


Autor desconocido
 Dos damas de la familia Cholmondeley. 1600-1610
 88,6 x 172,3 cm. Óleo sobre madera. Colección Tate Britain


Dos damas casi idénticas en facciones, vestimenta y pose sostienen dos bebés, tan semejantes entre sí como ellas. No hay fuentes fehacientes acerca de quiénes son, ni tampoco se conserva el nombre del artista. De forma casi imperceptible, sobreimpresa en la colcha de la cama donde las dos posan, una escritura dorada, abajo a la izquierda, reza: “Dos damas de la familia Cholmondeley, nacidas el mismo día, casadas el mismo día, dieron a luz el mismo día”. Aunque tenemos la certeza del apellido, no hay acuerdo acerca de qué hermanas de esa familia compartieron esas circunstancias.
Una vez que apreciamos el parecido, notamos las diferencias. Los ojos son, tal vez, la más obvia señal de variedad: la dama de la izquierda los tiene azules, la de la derecha, oscuros. Esto se repite en los bebés; y si observamos con más cuidado, veremos que hasta los encajes de las ropas son distintos.

La siguiente característica especialmente notable es la rigidez de la composición, que carece de escorzos que sugieran alguna profundidad. Dado que están en la cama, apoyadas sobre almohadas, uno pensaría que las dos están acostadas, pero más pareciera que se encuentran de pie y que el colchón y las almohadas están dispuestos detrás de ellas, en forma vertical. 

Estamos comenzando el siglo XVII, pero en pinturas como ésta no parece en absoluto que estemos en los albores del Barroco. Recordemos la obra La danza de la vida humana de Poussin, datada 28 o 38 años después, y comparémoslas desde la sugerencia de profundidad, volumen, luz, integración de las figuras, o tratamiento del Tiempo, inmóvil en una obra y más activo en la otra.  ¿Era excepcional Poussin? Más allá de que sí, era un artista notabilísimo, en realidad debemos invertir los términos. La excepcional en ese momento, entre 1600-1610, cuando está ubicada esta obra, es la pintura inglesa. Y no por la innovación de su estilo precisamente. Acaso por su carácter insular, Inglaterra había seguido un camino muy distinto al de las innovaciones estilísticas que ocurrían en el continente, que habían llegado a esa nueva forma de plasmar las obras que el tiempo bautizaría como Barroco. Haría falta la presencia de un artista extranjero para llevar el nuevo estilo, dentro de unas cuantas décadas: Anton van Dyck, de quien veremos obras más adelante. 

Entonces, ¿un estilo es mejor o peor que el otro? Otra vez, deshagamos estos términos. Más que interesada en el aspecto visual de las cosas, como lo estaba la pintura barroca continental, la forma de pintar inglesa es más abstracta; esto es, en lugar de que el punto de partida para un cuadro sea el ojo del artista, en Inglaterra aún lo es la cabeza. En el arte abstracto, el concepto clave es la información. El artista desea que sepamos cosas que no tienen especialmente que ver con el aspecto material, sino conceptual. Por eso, las dos son parecidas porque son mellizas, aunque no gemelas. Como era importante transmitir todas sus coincidencias, aparece el texto escrito, ajeno al lenguaje pictórico; las dos mujeres aparecen como parturientas, por eso la cama, pero con la vestimenta propia de personajes nobles y con un decoro que, más que descriptivo de una situación de parto, lo es de un acontecimiento cortesano. 

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