Seguimos en cuarentena, y seguimos compartiendo arte. Ya vimos el nacimiento del conflicto entre Isabella y sus hermanos, narrado en el quinto relato de la cuarta jornada del Decamerón de Boccaccio (lectura muy recomendada), plasmado en la pintura del joven artista John Everett Millais. Hoy conoceremos el resto de la historia, a través de otro artista: William Holman Hunt.
William Holman Hunt
Isabella y la maceta de albahaca (1866-1868)
Óleo sobre lienzo, 187 x 116 cm
Laing Art Gallery, Newcastle, Reino Unido
Retomemos la narración: los hermanos de Isabella se oponen al amor entre ella y Lorenzo, por considerar a éste de condición indigna. Con excusas, llevan al joven al bosque y allí lo asesinan y entierran apresuradamente (un lector de este capítulo podrá reconocer y anticipar la violencia de los hermanos en el cuadro que vimos ayer). Isabella, notando su ausencia, reclama a sus hermanos y éstos la amenazan. Noches después, el fantasma de Lorenzo se le aparece a Isabella y le cuenta lo que le hicieron y dónde está su cadáver. Isabella logra llegar hasta allí y desenterrar el cuerpo. Y así llegamos al cuadro de hoy.
Como no puede llevarse el cuerpo con ella, Isabella corta la cabeza de su amado Lorenzo y la entierra en una maceta, en la que planta varias albahacas. Pasa los días junto al albahaquero llorando y regando las plantas, que crecen hermosas y fragantes, solamente con sus lágrimas.
Es lo que vemos en la pintura de William Holman Hunt, también pintor prerrafaelita y amigo de Millais, quien pinta esta obra dieciocho años después de la que vimos ayer (Isabella, de John Everet Millais). Con un estilo preciosista, el artista da varias pistas sobre la narración de Boccaccio. Vemos la regadera ignorada, abajo a la derecha; su reflejo se ve en el mueble, uno de tantos objetos lujosos que da a entender la riqueza de la familia. Isabella, cuya vida ahora se reduce solamente a llorar al ser amado y perdido, se inclina sobre el albahaquero, colocado sobre un reclinatorio, como el objeto de adoración que ahora es. Se lee el nombre de Lorenzo en el paño que ha bordado. Al fondo se ve la cama; el planteo espacial sugiere una sensación de claustrofobia: el único camino que tiene Isabella es el de la desolación. El sueño y la tristeza conectan con el último eslabón de la historia, que es la muerte.
Los hermanos le quitan la maceta, escarban en la tierra y dan con el cráneo de Lorenzo. Temiendo ser descubiertos, huyen a Nápoles y desaparecen de la historia. A Isabella, despojada incluso de su albahaquero, sólo le queda llorar hasta morir.
Ésta es una de muchas versiones pictóricas de esta narración.