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Retrato de Simonetta Vespucci




PIERO DI COSIMO, Retrato de mujer identificado como de Simonetta Vespucci. Entre 1480-1490. Óleo sobre madera, 57 x 42 cm, Museo Condé, Chantilly


Es interesante considerar que muchas veces, los títulos de las obras que vemos no fueron dados por sus artistas creadores, sino por los museos, los dueños u otras entidades, creando confusión en más de una oportunidad. Es el caso de la obra de hoy, de apariencia simple e inocua.

Estamos ante una mujer de perfil, con un peinado complejo y el pecho descubierto, situada ante un paisaje y con una inscripción pintada por debajo. No sabemos, sin contar con información técnica, si estamos ante un retrato o una representación alegórica, dada su postura y desnudez. Entonces nos detenemos en la inscripción: “SIMONETTA IANVENSIS VESPUCCIA” y, estando en tema, reconocemos en la representada a Simonetta Vespucci, una de las damas más famosas del Renacimiento italiano.

Simonetta probablemente entra en nuestro imaginario de la mano de Sandro Botticelli, a quien a causa de haberla homenajeado en obras como sus famosísimos Primavera, El Nacimiento de Venus o Venus y Martese le adjudican amores –carnales o platónicos, siguiendo la tónica renacentista- correspondidos o no. En todos los casos estamos, incuyendo el cuadro de hoy, que no es de Botticelli, ante obras donde la imagen de Simonetta es evocada en forma póstuma. Simonetta Cattaneo, Vespucci de casada, murió a los veintitrés años de tisis, en el año 1476. En ese momento, el artista que hoy nos ocupa, Piero di Cosimo, tenía catorce años; nuestro cuadro fue producido entre 1480 y 1490, entre cuatro y catorce después. Fue musa, además, de los hermanos Ghirlandaio, y supuestamente, amor de Giuliano de Médici, hermano de Lorenzo el Magnífico.

Di Cosimo compone una imagen con una compleja simbología. Empecemos por la postura: el perfil de Simonetta nos recuerda a los camafeos, esto es, piedras cortadas aprovechando sus sucesivas capas de colores, donde las representaciones más habituales son, justamente, perfiles. El origen grecorromano de esta forma artística de escultura en miniatura nos remonta a la Antigüedad, cuyo renacimiento dio nombre al período artístico de la obra que vemos. La desnudez, por otra parte, nos remite a pensarla como una diosa clásica, porque la arranca de las modas de la época, que de todas maneras sí encontramos al ver el peinado de trenzas enjoyadas y la frente afeitada.

El paisaje sobre el cual aparece la figura es idílico y semejante a tantos otros fondos de otros retratos, con la excepción de la nube oscura que resalta por contraste sus facciones. Ésta podría tratarse de un realce cromático, pero más probablemente tiene un contenido simbólico, tal vez un emblema de la temprana muerte de la retratada. 

La serpiente que se enrosca en torno del collar de Simonetta ha inducido al historiador del arte Giorgio Vasari a interpretar que la retratada aparecería identificada como la reina egipcia Cleopatra, acompañada de su instrumento de suicidio. También nos inclina a pensarla, desnuda y serpentaria, como una Eva tentadora; pero hay otras posibilidades de lectura. Aquí volvemos a mirar la inscripción. La palabra IANVENSIS se refiere al dios romano Jano, de los umbrales, los inicios y finales, y quien da nombre a una variante del nombre del primer mes del año, Enero o January. Esta simbología se uniría a la de la serpiente, que ahora no es áspid sino, en su circularidad, otro emblema de fin y regeneración. Notemos, sin embargo que esta serpiente, a diferencia del Ouroboros alquímico, no llega a morderse la cola y a evocar la Eternidad. ¿Acaso a causa de la muerte de Simonetta?

Entonces, ¿Es Simonetta? Sabemos que es su retrato, o pensamos que lo es, confiando ciegamente en la inscripción, pero ¿Y si fuera un agregado posterior? El Museo Condé la exhibe, ante la duda, contra la tradición de identificarla certeramente como Simonetta. Si uniéramos todos los nombres con que se conoce este cuadro, nos quedaría uno muy largo: Retrato de mujer, identificada como Simonetta Vespucci, caracterizada como Cleopatra o como Eva. En suma, una musa. Tal vez pintada como femme fatale egipcia; o la esposa de Adán, o metáfora de un tiempo lineal o circular según la lente; estampa de belleza renacentista. Una efigie, vaciada de mujer y depositaria de la construcción masculina de lo femenino.



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