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Cuchara con niña y flores de loto

La obra que veremos hoy, como la anterior, corresponde a la producción realizada en el Antiguo Egipto. Como en aquella oportunidad expusimos, hablamos de unos 3000 años de historia que son divididos, de manera general, en períodos, y más específicamente, según las dinastías que gobernaron el país. El objeto que hoy nos convoca corresponde al Imperio Nuevo (entre 1550 y 1070 a. C. aproximadamente), y muy probablemente, a la Dinastía XVIII —entre cuyos reyes gobernó el famoso Tutankamón—.

El objeto es una cuchara de madera, pero su finalidad no era gastronómica, sino la de contener cosméticos. Es interesante considerar el material de que está hecha. La madera —como la arcilla o el cuero— es un elemento poco perdurable, usado por lo general en las antiguas civilizaciones para producir objetos para la cotidianeidad de la vida, mientras que se reservaban los materiales imperecederos como la piedra o el metal para la factura de objetos relativos a las tumbas que construían o “la vida en el más allá”. De todas maneras, esta cuchara llega hasta hoy por dos motivos: porque seguramente, acompañó a su poseedor o poseedora a la tumba, como lo hizo en la vida, y porque el clima de Egipto, tan seco, lo permitió.

La talla muestra a una niña que, con dos patos muertos (y otro que no tanto) se detiene a sentir el perfume de las flores de loto. Lleva otras en el brazo, mientras que arriba de su cabeza más flores parecen anudarse y formar el nexo con el contenedor de la cuchara. Allí se almacenaba probablemente khol, un pigmento de origen mineral de uso muy extendido, ya que su uso protegía a los ojos, sombreándolos, casi a la manera de los modernos lentes de sol; tenía un efecto benéfico en la salud ocular, y quizás por esto, también se le adjudicó un poder protector contra el “mal de ojo”.

¿Cómo es que inmediatamente reconocemos que esta pieza es egipcia? 
Se considera que el Antiguo Egipto ha seguido ciertos cánones estéticos de manera bastante permanente. Ninguna región con 3000 años de historia puede proponer formas ornamentales sin ningún cambio en absoluto; de hecho, según observamos obras siguiendo la periodización, notamos evidentes diferencias. Por ejemplo: esta cuchara pertenece al período llamado Imperio Nuevo. Éste fue precedido y sucedido por dos “períodos intermedios”, esto es, épocas de crisis y desunión. Cuando vemos objetos de dichos períodos intermedios, observamos que la calidad artística se altera profundamente. Sin embargo, las intenciones de los artistas son las mismas. Generalizando: los artistas egipcios de la Antigüedad quisieron imitar los cánones, pero algunos tuvieron la formación para hacerlo y otros no, y de allí los altibajos en la calidad artística.

Con respecto a los cánones: uno usado a lo largo de toda la historia del Antiguo Egipto es el que se conoce con el nombre de "Ley de Máxima Representación". Cada objeto, o parte de él, es mostrado según sea más inmediatamente captable. Las piernas y la cabeza, por ejemplo, aparecen de perfil, pero el torso y el ojo aparecen de frente. La mano que vemos sobre el pecho exhibe todos los dedos, cuando visualmente no podría hacerlo, o por lo menos, no en esa postura. La estética egipcia implica la repetición de estas fórmulas, de ahí su coherencia y permanencia a lo largo del tiempo. Esta simultaneidad de ángulos responde a una necesidad informativa por parte del artista, por encima de una intención imitativa.
Otro canon que encontramos en esta cuchara es la forma de mostrar a la niña, a la que reconocemos como tal por dos indicios: uno es la desnudez, y el otro el peinado, que consiste en un rapado total, excepto por un mechón trenzado de costado, que se utilizaba durante la infancia. Esto lo podemos observar en dos piezas escultóricas ejecutadas en piedra caliza policromada. Ambas muestran familias del Reino Antiguo, V Dinastía (2500 a 2350 a. C., aproximadamente). 


   


En estos dos grupos, vemos que los niños varones en este caso— van desnudos y con el peinado infantil; se les agrega otra fórmula: el dedo en la boca, propio de los bebés, que la niña de la cuchara no tiene, porque es algo mayor que ellos. Vemos, por su parte, otra regla al comparar las dos esculturas: la perspectiva jerárquica. Lo que se representa más grande muestra importancia, no cercanía. El padre, en los dos casos, es la figura de mayor tamaño; se encuentran sentados de manera muy semejante y visten de igual manera. Las esposas, en tamaño muy inferior, llevan un vestido ceñido a una silueta estilizada, y rodean la espalda o la pierna, en el curioso caso de la derecha del marido. Los niños son iguales o más importantes, según esta manera de representación, que sus madres, probablemente por ser herederos del padre.

Mil años, o quizás más, separan en el tiempo la creación de estas familias de piedra caliza y la cuchara de madera que vimos anteriormente. Desde luego, no observamos a las figuras de perfil, como a la niña de los lotos, porque ésta es un relieve, aquéllas, esculturas de bulto redondo (si bien conservan por detrás una losa de piedra que le da más firmeza y es otro canon egipcio). Pero seguimos viendo el gusto por la estilización de la silueta y la permanencia en la manera de representar a los niños.

¿Por qué la permanencia de las formas es tan importante en el arte egipcio? Porque estamos ante una estética regida por las costumbres funerarias. Si bien se creaban objetos ornamentados para el uso cotidiano, el verdadero objetivo del arte era “la otra vida”, la de la eternidad.




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