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El sueño del caballero

Rafael Sanzio


El sueño del caballero, c. 1504
Óleo sobre madera, 17 x 17 cm.
National Gallery, Londres


En un hermoso paisaje, un caballero yace en el suelo, durmiendo. Junto a él, de uno y otro lado, dos mujeres lo contemplan. La disposición de los personajes da a pensar que no se trata de una situación común, sino alguna figuración simbólica. El hecho de que las dos estén descalzas, y no así el caballero, sugiere que ellas tienen un carácter sobrenatural que él no. 

La doncella de la izquierda ostenta dos atributos: la espada, símbolo de Fuerza y Poder, y el libro, símbolo del Conocimiento. Esta figura, una suerte de Palas Atenea o Minerva, en su aspecto comedido y parco, aparece como opuesta a la de la derecha, que viste más ricamente, tiene el pelo sin cubrir y va adornada con cuentas rojas. Ofrece una ramita de mirto, atributo de la diosa Venus: en la antigua Roma, los recién casados se adornaban con coronas de estas flores en su banquete nupcial. 

Una planta de laurel, con la que también en tiempos antiguos se elaboraban coronas pero para celebrar el Triunfo, divide la escena en dos mitades prácticamente simétricas y plantea la necesidad de elección del caballero por una de estas dos figuras mitológicas, o bien alegóricas: la Virtud y el Placer.

Esta obra, como dijimos al hablar de Las Tres Gracias, hacía probablemente pareja con ella, aunque por su formato cuadrado es improbable que las dos compusieran un díptico. La manera en que las dos tablitas se encontraban vinculadas aún es un misterio, ya que no hay fuentes que den cuenta de este detalle. 

Otro título por el cual se conoce esta obra es El sueño de Escipión, y responde a la interpretación de la imagen como la ilustración del tratado de filosofía política Sobre la República, escrito por Marco Tulio Cicerón entre el 55 y 51 a. de C. En el sexto libro de este texto, en un sueño, Escipión Emiliano evoca la aparición de su abuelo adoptivo, Escipión el Africano, quien desde lo alto del cielo describe la pequeñez de la tierra y su correlato con las acciones humanas. Cicerón establece que la virtud es el camino para la felicidad eterna, y que los que siguen el camino de los deseos carnales deberán vagar hasta purificarse. Esta interpretación de la obra sostiene que ésta sería un encargo pintado con motivo del nacimiento de Scipione di Tommasso Borghese. El diálogo de esta tabla con la otra señalaría, entonces, la recompensa del camino de la Virtud, en la forma de Las Tres Gracias, que sostienen, en lugar de tres esferas doradas, tres manzanas de oro: las del jardín de las Hespérides, que aseguraban la inmortalidad.

¿Y cómo sabemos que el caballero preferirá a la Virtud y no al Placer? Consideremos la composición. Rafael pudo haber pintado al caballero durmiente, y a las dos mujeres, una junto a la otra, y no enfrentadas. Pero estamos ante la culminación del Renacimiento; Rafael, digno artista de esta época, busca representar la armonía, el equilibrio, y finalmente, la Belleza. Como antes, lo hace a través de la luz, el color y la composición. Entonces, en un paisaje hermoso, ante estas dos opciones, Rafael dispone el cuerpo de Escipión con su cabeza inclinándose hacia la Virtud. Y otro rasgo renacentista: la serenidad de todo y todos. El caballero no parece tener, ni aún cuando despierte, ningún conflicto, ninguna duda. Belleza y Virtud van de la mano siempre en esta época.



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