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Según el origen mítico griego, Nox –la Noche–, en unas ocasiones con su marido Érebo –la Oscuridad– y en otras sin asistencia masculina, concibió numerosos hijos. La obra que hoy nos ocupa la muestra con uno de ellos: el Sueño.
Detalle de Venus y Marte, de Sandro Botticelli, 1483.
Detalle de La Noche y el Sueño, de Evelyn De Morgan, 1878.
Dos figuras flotan por encima de un paisaje
lejano. La de atrás, de negra cabellera, es Nox –la Noche–, que con oscuro
manto envuelve la silueta del joven de adelante. Éste es Hypnos –el sueño– que
conducido por su madre, y con gesto pasivo, deja, a su paso, caer amapolas. Es
interesante notar que la manera de representar el manto de la Noche es
prácticamente paralelo al plano de la obra, muy semejante al tratamiento de
Hypnos, es decir, también a la manera de las pinturas del Quattrocento, cuando
aún los escorzos (acortamientos en las partes que componen una figura
tridimensional en la “traducción” de la misma a las dos dimensiones de un
cuadro o pintura) no eran especialmente explotados por los artistas.
¿Por qué amapolas? El opio, proveniente de
estas flores, se usaba y usa por sus propiedades analgésicas; la calma que
proveía para el tratamiento del dolor causaba también sueño, un efecto narcotizante
y en exceso, la muerte.