Hoy vamos a referirnos a los llamados “cuadros de castas” que conforman un total de hasta 16 lienzos en los que se ejemplifican los entrecruzamientos que se producen en la América virreinal (especialmente en México, aunque también algunos originarios de Perú) entre los distintos pobladores que habitaban estas tierras.
Recordemos que además de los españoles y nativos de los diferentes grupos étnicos, la corona española introdujo esclavos africanos de distintas regiones y pertenecientes a diversos pueblos.
Algunos investigadores consideran que estas clasificaciones se deben al afán de un ordenamiento difundido por la Ilustración del siglo XVIII. Otros, en cambio, consideran que estas pinturas tienen un carácter discriminatorio que le dan preponderancia al español y criollo, otorgando un carácter inferior a los habitantes pertenecientes a otras etnias. En ocasiones, éstos son mencionados con nombres peyorativos y relativos a animales, tales como lobo o coyote. En otras se refieren a ellos con denominaciones pertenecientes a otros pueblos de otros continentes como moriscos, chinos, etc. Estos cuadros son muy numerosos en el Virreinato de Nueva España, cuya capital era México y en donde se concentraba la mayor población de españoles de clase acomodada.
En el caso estrictamente peruano, esa terminología no es tan frecuente; se acude a denominaciones en las que se expresa el grado de mestizaje. Por ejemplo, segundón de mestizo, tercerón de mestizo, etc., señalando la proporción de blanco y personas de otras etnias que posee el personaje.
Las obras están compuestas por tres figuras: padre, madre y el hijo resultante de esta pareja mixta.