Acerca de esta obra, sabemos que fue encargada
por Juan Barrio de Sepúlveda, oidor de la Audiencia de Quito, y enviada al rey
de España Felipe III. Su intención era informar al monarca acerca de la
conversión de los esclavos negros que se habían escapado de los barcos que
naufragaron en las costas americanas para ser, más tarde, caciques de algunos
poblados indígenas. Fueron cristianizados por los monjes y se transformaron en
los señores del lugar.
Por la fecha, advertimos que se trata de una obra temprana de carácter profano, a pesar que para entonces la mayoría del arte estaba relacionado con temas religiosos.
Vemos que se trata de un retrato de tres personajes africanos, de medio cuerpo, vestidos a la manera europea de fines del siglo XVI, es decir, con jubón que a la altura del cuello lleva la gola, muy característica en la nobleza española, y capa. Se trata de Francisco Arobe y sus hijos Pedro y Domingo, que se hicieron del poder en la región sometiendo a los pueblos originarios.
Sostienen lanzas con su mano derecha y los hijos portan sombreros con la izquierda. Del cuello penden collares de dientes de animales que señalan su origen africano, mientras que las narigueras, orejeras, bezotes y anillos los relacionan a la cultura incaica. Estos objetos están trabajados con técnicas muy comunes en el Virreinato del Perú, que consistían en adherir al óleo, una vez que se ha secado, delgadas láminas de oro. Sobre la cabeza de los personajes aparecen escritos sus nombres.
Los retratos tienen como marco un paisaje montañoso que alude a los Andes.
Una cartela rectangular ubicada arriba a la izquierda informa de la dedicatoria del comitente: “Para Felipe 3, Rey Católico de España y de las Indias, el doctor Juan Barrio de Sepúlveda, Oidor de la Real Audiencia de Quito, lo mandó hacer a sus expensas, Año 1599”.