El 26 de junio de 1837 abrió sus puertas el Salón Literario que funcionó en la trastienda de la librería de Marcos Sastre con el propósito de organizar “un club de discusión, de conversación y de lectura”.
La Librería Argentina, identificada posteriormente con el nombre de su dueño, no solo aplacó con novedades bibliográficas la ansiedad de un grupo de jóvenes por conocer las nuevas corrientes del pensamiento europeo, sino que puso en marcha la primera biblioteca circulante que, mediante un abono mensual ofrecía “obras a elección con la prioridad de leerlas en la casa”.
La apertura del Salón Literario trascendió la esfera privada de librería y biblioteca circulante y se convirtió en un hecho cultural y político ineludible para la historia del pensamiento y de la literatura argentinos.
A pesar de las discrepancias respecto de la fecha exacta, consta que en junio de 1837 se inauguró el Salón con la presencia de Juan Bautista Alberdi, “el más inquieto de los inquietos”; Juan María Gutiérrez, graduado en jurisprudencia, topógrafo, poeta y estudioso de la literatura; Manuel José Quiroga Rosas; Juan Thompson y Félix Frías, fervientes católicos e impulsores de la literatura nacional; Miguel de Irigoyen; los hermanos Demetrio y Jacinto Rodríguez Peña; Avelino Balcarce; Vicente Fidel López; Rafael Corvalán, hijo del edecán de Rosas y partícipe en la publicación de la revista La Moda; Gervasio A. Posadas, descendiente del primer Director Supremo; Carlos Tejedor; Enrique de la Fuente; José Mármol y otros jóvenes también decididos a sustituir el colonialismo cultural español por una cultura nacional. Influidos por las ideas del Romanticismo se comprometieron a trabajar para un cambio radical en la construcción de un nuevo país en el que fuera posible el progreso y la felicidad del pueblo. Varios de ellos asumieron el eclecticismo filosófico de Juan Crisóstomo Lafinur que sentó las bases de la moral laica y la cultura liberal argentina, secundado por Diego de Alcorta en el campo de la enseñanza.
Hubo no pocos exiliados que mostraron interés por el nuevo movimiento. Desde París, Florencio Balcarce y desde Montevideo, Miguel Cané, Andrés Lamas, Bartolomé Mitre –con solo dieciséis años– y Florencio Varela que, no obstante su pertenencia por edad a esa generación, persistía en los cánones políticos, culturales y estéticos de la anterior. Sin embargo, sus diferencias no impidieron el asiduo contacto epistolar con Juan María Gutiérrez.
El día de la inauguración del Salón Literario se pronunciaron tres discursos memorables que dieron comienzo a las actividades.
En el primero, “Ojeada filosófica sobre el estado presente y la suerte futura de la Nación Argentina”, Marcos Sastre promueve la lectura de libros que sigan la marcha del espíritu humano, estimula el protagonismo de la juventud y de una educación acorde con las particularidades argentinas. Anuncia también los trabajos de Juan María Gutiérrez: Efemérides de la Provincia de Buenos Aires desde 1810; Cartas de los viajes de descubrimiento y expediciones militares hechos en la provincia de Buenos Aires y su traducción de De los deberes del hombre: discurso dirigido a un joven, de Silvio Pellico, del que Gutiérrez publica algunos fragmentos en los periódicos El Iniciador y El Nacional de Montevideo.
En el segundo discurso, “Doble armonía entre el objeto de esta institución con una exigencia de nuestro desarrollo social: y otra exigencia con otra general del espíritu humano”, Juan Bautista Alberdi plantea que si bien la Revolución de 1810 permitió el ingreso del país al movimiento progresivo universal nuevo y fecundo no fue así en el campo cultural, de modo que ya es tiempo de interrogar a la filosofía la senda que la nación argentina tiene designada para caminar al fin común de la humanidad, el progreso indefinido.
En la tercera exposición, “Fisonomía del saber español: cuál deba ser entre nosotros”, Juan María Gutiérrez incita a divorciarse del atraso colonial español y del lago monótono y vacío de su literatura con la consigna Tengamos una literatura nacional, y a tomar lo bueno, interesante y bello de los pueblos adelantados de Europa en armonía con nuestros hombres y con nuestras cosas.
Por supuesto hubo reacciones disímiles respecto de lo expresado en el Salón, especialmente de los llamados “viejos”: la del irónico Pedro De Angelis, por ejemplo, que firma su artículo como “Un lechuguino”.
Andrés Lamas coincide en general excepto en el carácter pacifista y cultural de la acción propuesta. Blanco Acevedo y otros jóvenes objetan puntualmente la omisión de crítica a Juan Manuel de Rosas.
En cuanto a Florencio Varela, en las dos cartas que envió desde Montevideo a su entrañable amigo Juan María Gutiérrez, formula su crítica a ideas, estilos de expresión y propósitos del reciente movimiento.
Florencio Varela fue periodista, poeta neoclásico y político unitario. Nacido en Buenos Aires el 23 de febrero de 1807, hermano del poeta Juan Cruz Varela, murió asesinado en Montevideo el 20 de marzo 1848 por orden del General Oribe. Su muerte fue descripta histórica y sentidamente por José Mármol en Asesinato del Señor Doctor Don Florencio Varela, redactor del “Comercio del Plata” en Montevideo, texto editado un año después en dicha ciudad.
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Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez desde Montevideo, 27 de febrero de 1837 (Archivo Epistolario, tomo I, págs. 196-197)
Las cartas que hoy presentamos se incluyen en las críticas coetáneas más importantes que se le han hecho a las ideas y formas de expresión de la Generación del 37. En la carta inédita del 27 de febrero de 1837, Florencio Varela manifiesta su contrariedad por la orientación intelectual de los jóvenes de su propia generación. Valga como ejemplo Fragmento preliminar del estudio del derecho de Alberdi, que el autor dio a conocer antes de su publicación en enero de 1837.
Aquí, en mi modo de ver las cosas, estoy afligido por la suerte futura de nuestra juventud; y V., mi buen amigo, es uno de los pocos en quienes siempre confío, … veo ahora mismo ejemplos que me prueban que nuestros jóvenes no sólo han errado el camino de la razón, no sólo tienen pervertido su gusto literario, sino también van perdiendo la dignidad propia, y sacrificando eso que se llama pundonor, carácter y elevación. Una reciente publicación me ha contristado de veras y me ha indignado también.
Con expresiones admonitorias alude a quienes se atreven a desafiar el orden establecido, y exhorta a su amigo Juan María Gutiérrez a encausarlos. Similar confianza despierta Gutiérrez en Varela y en Alberdi con quien compartiera su viaje a Europa y la composición del poema El Edén durante el trayecto invocando el nombre del barco que los llevó.
… Por qué ustedes, Usted Juan María, señaladamente, no se esfuerzan en volverlos al camino; en hacerles comprender que nada hay más ridículo, más digno de conmiseración y desprecio, que un joven que no ha tenido tiempo siquiera de estudiar ni aprender, y que se pone a escribir y enseñar, con un aire de magisterio que repugnaría aún en los más doctos. Ataque V. eso Juan Maria combata V. ese espíritu capaz de perder toda nuestra juventud; y haga V. ese servicio a su país.”
Alberdi respondió a las críticas de Varela y de otros unitarios agregando una nota extensa en su Fragmento preliminar. La polémica alcanzó su máxima exposición en una carta posterior.
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Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez desde Montevideo, 1 de agosto de 1837 (Archivo Epistolario, tomo I, págs. 199-203)
Archivo Epistolario Gutiérrez, tomo I, págs. 199-203
Incluida en el tomo I del Archivo Epistolario Gutiérrez, esta carta fue publicada por primera vez en Antecedentes de la Asociación de Mayo, 1837-1937, Ed. Homenaje del Honorable Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, Bs. As. 1939, págs. 15-22 (dato brindado por Félix Weimberg). Esta carta es en respuesta a dos de Manuel Eguía y a otra de J. M. Gutiérrez en las que solicitaban su opinión acerca de los discursos inaugurales.
Si bien, en la primera parte de esta extensa carta, Varela manifiesta entusiasmo por la fundación del Salón Literario
… Juan María, puede comprender mejor que otros el interés que yo tomo en los progresos de la inteligencia en nuestro país, y el placer que me causa cualquier mejora que tiende a promover esos progresos. Esto le explicará a V. cuanto me ha complacido la fundación de ese nuevo establecimiento.
pone en duda la continuidad del mismo por varios motivos.
Con vehemencia critica al intelectual rosista de reconocida trayectoria en Europa, Pedro De Angelis
Pero temo que este placer no sea duradero porque preveo un término no mui remoto a la institución del Sor. Sastre. Yo creía que habría más cooperadores, más personas interesadas en su sostén que las que veo hasta ahora; y eso es para mí, de mal agüero. (…) me parecen capacidades mui heterogéneas (…) Por supuesto que De Ángelis va a que los demás le aplauden y a reírse y mofarse de todos. Conozco profundamente su carácter como literato y nada me ha sorprendido ver en una carta de esa la burla que hace de los discursos que se pronunciaron. De ese caballero no esperen ustedes cooperación eficaz y sincera.
Los esfuerzos del Sor. Echeverría, de V. y de otros pocos sostendrán algún tiempo, el establecimiento, pero luego no bastarán.
En la segunda parte de la carta, fiel al academicismo neoclásico y siempre en tono sentencioso, Florencio Varela, al detenerse en cada expositor, prioriza lo discursivo, si bien en el caso de Marcos Sastre le concede su aprobación en cuanto a la sustancia del discurso, lo nacional, no así al tratamiento del Restaurador.
Taxativo en cuanto a lo falso y lo verdadero, Varela dictamina
… He visto pocas cosas escritas con menos gusto y en un estilo más propio para cansar. Cuando digo participo en el fondo, de las ideas del Sor. Sastre quiero dar a entender que deseo como él que ajustemos a nuestro carácter, a nuestras necesidades y aun a nuestras preocupaciones, los sistemas de educación política, moral y literaria. (…) Hai, además, muchísimo de falso, evidentemente falso, en ese discurso y el que se precia de filosofo no debe empañar la verdad con el soplo de la adulación tanto más repugnante cuanto menos necesaria.
y trata despectivamente el discurso de Alberdi por el exceso de palabras, citas de autores extranjeros y la carencia de síntesis
será mui bueno o mui malo, pero yo no puedo decidirlo porque a excepción de la idea dominante (que también es falsa) digo a V. con la más sincera verdad que no comprendo una sola de sus frases (…) Por mucho que quiera yo comprenderme en el abjiciamus opera tenebrarum no puedo disipar las que cubren mi inteligencia o las concepciones y el estilo del joven Alberdi. A mi juicio su discurso no dice nada (...)
Siguiendo el orden de los discursos, deja para el análisis final el de su amigo Juan María Gutiérrez –por quien siente un sincero respeto como lo demostrará durante toda su vida– utilizando el punto de vista que supone más objetividad: la tercera persona
El discurso del Sor. Gutiérrez escrito con templanza, con gusto, con conocimiento y examen de la materia que trata, me parece que sobresale inmensamente de los otros (…) Adolece sin embargo a juicio mío de varios errores (…) combate a un enemigo que no existe. (…) yo he podido ver y juzgar, en mi país no se que haya joven alguno ni hombre nuevo que haya pensado seguir, como modelo, la educación ni los estudios españoles (…)
Refuta su concepto de inmovilidad cultural desde la Revolución de 1810
Creo también injusto y falso, o cuando menos exagerado, el decir que, en Buenos Aires, no se ha hecho más que seguir la rutina de nuestros padres. La filosofía, el derecho, las ciencias físicas, la economía política que se han enseñado en los últimos años en Buenos Aires, no son como lo que estudiaron nuestros padres (...)
y observa una contradicción entre el propósito de la emancipación de la lengua española y el purismo logrado por Gutiérrez y Echeverría en sus escritos. Cuestiona también la innecesaria adopción de vocablos extranjeros y la descalificación indiscriminada de la literatura española.
Quiere que nos hagamos menos puristas y que relajemos algo la severidad respecto de la admisión (o importación, como ahora se llama) de ciertas frases extranjeras (…) Amigo mío, desengáñese V: eso de emancipar la lengua no quiere decir más que corrompamos el idioma. ¿Cómo no la emancipa Echeverría? El Dor. Gutiérrez mismo ha mostrado en su discurso que no juzga acertado los principios, en este punto, porque ha escrito con toda la corrección y pureza posibles (…)
Para Varela la poesía responde a un fin exclusivamente estético, desvinculada de cualquier otro que escape a la belleza misma, no obstante admira a Esteban Echeverría cuya idea de la misma era correlato de un ideal de las acciones humanas.
Por último no estoy conforme con el Dor. Gutiérrez/ sobre la influencia que él quiere dar a la poesía. (…) La poesía pertenece a los dominios de la imaginación; (…) no puede profundizar los abismos de la historia, los arcanos de la metafísica. El Ensayo de Pope es un discurso filosófico mas bien que un poema. (…) Ella es y no puede dejar de ser, un adorno y entre todos los poetas que V respeta y que se lo habrán probado cuento yo a mi distinguido compatriota Echeverría.
La carta va arborizándose luego en comentarios y detalles incidentales de adquisiciones de libros, lecturas, traducciones, aspectos relacionados con su hermano poeta Juan Cruz Varela, hasta finalizar con frases de cortesía amistosa y con la intención de la carta
A Manuel dígales V que esta carta responde a su curiosidad sobre los discursos.
Repasando los nombres citados es posible advertir la pertenencia de los jóvenes de la Generación del 37 a una elite ilustrada que, con acuerdos y disidencias, se entregaba a un proyecto de organización política y a la construcción de una identidad nacional.
Muerto a la libertad, nació a la historia,
Y es su sepulcro templo de su gloria.
José Mármol
(En la lápida de Florencio Varela, Cementerio de la Recoleta)
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Bibliografía consultada
- Archivo del doctor Juan María Gutiérrez; epistolario/ edición a cargo de R. Moglia y Miguel O. García. Tomo I. Biblioteca del Congreso de la Nación. (C.R 982)
- Arrieta, Rafael Alberto. “Esteban Echeverría y el Romanticismo en el Plata”. Historia de la literatura argentina. Tomo II. Ediciones Peuser. Buenos Aires, 1958
- Asesinato del Sr. Dr. D. Florencio Varela, redactor del "Comercio del Plata" en Montevideo / José Mármol (formato PDF). Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2010. Publicación original: Montevideo, [s.n.], 1849. Notas de reproducción original: Reproducción digital de la ed. de Montevideo, [s.n.], 1849.
- http://www.cervantesvirtual.com/obra/asesinato-del-sr-d-florencio-varela-redactor-del-comercio-del-plata-en-montevideo/ consultado diciembre de 2020 y enero 2021.
- Capdevila, Arturo. Romances de la Santa Federación. Buenos Aires, Ed. Raigal 1952.
- Ghirardi, Olsen A. “De la escuela del Salón Literario (1837) a la Constitución Nacional (1853)”. Homenaje al sesquicentenario de la Constitución nacional. Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Córdoba, 2003
- Rojas, Ricardo. La literatura argentina. Impr. Pablo Coni, 1920. Volumen 3. “Los proscriptos”.
- Weinberg, Félix. El Salón Literario de 1837. M. Sastre, J. B Alberdi, J.M Gutiérrez, E. Echeverria. Ed. Hachette, Buenos Aires, 1977.
- Weinberg, Félix “La época de Rosas y el Romanticismo”. Capítulo. La historia de la literatura argentina. N.º 11. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
Bibliografía sugerida
- Colección de obras, documentos y noticias inéditas ó poco conocidas para servir a la historia física, política y literaria del Río de la Plata / publicada por Andrés Lamas, con la colaboración efectiva de los señores Brigadier General D. Bartolomé Mitre y Doctor D. Juan María Gutiérrez. Buenos Aires, Impr., Lit. y Fundición de Tipos, 1869. Biblioteca del Río de la Plata
Ubicación: B.G. R 1081
- Estrada, José Manuel, 1842-1894. La política liberal bajo la tiranía de Rosas. Buenos Aires, La Cultura, 1917.
Ubicación: C.R. 2405
- Fossati, Antonio. Vida de grandes argentinos, 1960.
Ubicación: C.R. 361
- Gutiérrez, Juan María. Pensamientos, máximas, sentencias, etc. de escritores, oradores y hombres de estado de la República Argentina. Buenos Aires, Impr. de Mayo, 1859. Col. Biblioteca americana, 6. La Biblioteca posee: 1ra. parte. Contenido: 1ra. parte: Pensamientos.
Ubicación: B.G. 286
- López, Vicente Fidel. Historia de la República Argentina. Buenos Aires, C. Casavalle, 1883-1893.
Ubicación: C.R. 2821
- Mitre, Bartolomé. Comprobaciones históricas. Nota preliminar por Rojas, Ricardo. Librería La Facultad. s/f.
Ubicación: C.R 2783
- Mitre, Bartolomé; Sarmiento, Domingo Faustino [et al.] Galería de celebridades argentinas; biografías de los personajes más notables del Río de la Plata / por los señores B. Mitre... [et al.]; con retratos litografiados por Narciso Desmadry, Buenos Aires: Ledoux y Vignal, 1857.
Ubicación: CR F 545
El material seleccionado y las cartas se encuentran en el Departamento Colecciones Especiales de la BCN.