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Esculpir en el tiempo. Libros cinéfilos


El cine nace con La llegada del tren a la estación Ciotat, de los Hermanos Lumière, a finales del siglo XIX. Desde entonces, se han multiplicado escritos y reflexiones para comprender la revolución perceptiva que su arte producía. En una nueva entrega de Recomendaciones de libros de la BCN: Esculpir el tiempo, libros cinéfilos que pueden leerse como clases magistrales de grandes directores de cine. Comenzamos con Esculpir el tiempo, de Andréi Tarkovski, una obra especialmente apreciada por quienes consideran que el cine es más arte que entretenimiento. La forma meticulosa a la hora de preparar sus proyectos y su narrativa cinematográfica, como explica en su libro, influyó en forma determinante a directores posteriores. Seguimos con Conquista de lo inútil, diario de filmación de Fitzcarraldo, de Herzog, textos que el director escribe sumergido en el mismo vértigo y locura que en su película. Continuamos con Linterna mágica, de Bergman, memorias de un hombre deslumbrado por el cine y en cuyas palabras puede seguirse el recorrido de sus obsesiones. La siguiente recomendación es El cine según Hitchcock, de François Truffaut, un representante de la Nouvelle Vague entrevistando al maestro del suspense sobre su obra cinematográfica. En el libro se desvelan muchas de las técnicas que usaba el director británico y su lectura sirve, además, como excusa para repasar su extensa filmografía. Por último, en el bonus, nos adentramos en el cine argentino con El mono en el remolino. Apuntes sobre Zama de Lucrecia Martel, de Selva Almada, en el que la escritora brinda diferentes sensaciones volcadas en textos breves, sobre la filmación y el casting de la película.

1. Esculpir el tiempo, de Andréi Tarkovsky. Ediciones Rialp, S.A., 1991

El texto del cineasta soviético –escrito en colaboración con Olga Surkova– es una obra capital de estética que contiene, además, criterios filosóficos y una retrospectiva de los avatares de filmación en sus películas. Tarkovski, que prefiere hablar de imágenes y no de símbolos, se adentra en el mundo para manifestar formas absolutas expresadas de manera particular. Cada imagen contiene una realidad irrepetible que el director debe definir, cada toma tiene un sentido profundo y propio, material que, como si fuese un mármol, se esculpe como quien le da forma al tiempo. En este libro, Tarkovski también manifiesta una declaración de estilo, pero incluye asimismo un discurso moral –al igual que en sus películas–, como una confesión sobre sí mismo, sobre su obra y sobre el público que las ve. Un bloque conceptual que integra lo humano como un hecho exterior e interior al arte, racional y frío, exterior a lo humano, reprimiendo con ametralladoras en La zona de Stalker o enviando rigurosos hombres de ciencia a un cerebro planetario en Solaris. Pero también expresa una faz íntima en la búsqueda de la felicidad o el deseo de enmendar el pasado. 

En Esculpir el tiempo también se trasluce su decepción por la crítica local por El espejo, título en español, que lo llevaba a preguntarse, casi desesperado, para quién trabajaba y por qué “…se muestran indiferentes o directamente no saben qué decir”, y agrega “Que cambian la inmediatez de su experiencia viva por los estereotipos de las ideas y definiciones usuales…”. Tarkovsky reflexiona sobre su obra y su vida, y se pregunta “¿Cómo iba a imaginar durante el rodaje de Nostalgia que aquel estado de tristeza aplastante y sin salida que marca toda la película, podría alguna vez ser el destino de mi propia vida?”, en ocasión de encontrarse en Roma esperando que el gobierno italiano aceptara su pedido de asilo político.

Dividido en nueve partes: ‘Los comienzos’, ‘El arte como ansia de lo ideal’, ‘El tiempo sellado’, ‘Predestinación y destino’, ‘La imagen cinematográfica’, ‘Sobre la relación entre el artista y el público’, ‘Sobre la responsabilidad del artista’, ‘Después de Nostalgia’ y ‘Sacrificio’, más la Introducción y el Epílogo, Esculpir el tiempo es una prolija mezcla de diario de trabajo, que incluye un repaso por su carrera y enumeración de los obstáculos, como las películas destruidas por los técnicos de Mosfilm en Stalker; la ruinosa mezquindad en la distribución y exhibición de Andrei Rubliov y la utilización de lentes equivocados en el final de Sacrificio. Pero ante todo, este libro es un análisis íntimo del arte cinematográfico extensible a otras formas de poiesis o, como dice Pushkin en la cita de Tarkovski en su libro: “Todo poeta, todo artista verdadero es, contra su propia voluntad, un verdadero profeta”.


2. Conquista de lo inútil (Diario de filmación de Fitzcarraldo), de Wener Herzog. Entropía, 2008

“Por motivos que me son desconocidos, no me fue posible siquiera leer los diarios que escribí durante mi trabajo en la película Fitzcarraldo. Hoy, veinticuatro años más tarde, me resultó fácil, aun cuando técnicamente no fue sencillo descifrar la propia letra, que en aquel entonces estaba reducida a un tamaño microscópico.
Estos textos no son un informe de filmación –apenas si se la menciona–, y diarios son sólo en el sentido más amplio: son otra cosa, más bien paisajes interiores, nacidos del delirio de la jungla. Pero tampoco de eso estoy seguro”.

W. H.
Enero de 2004

Podemos encontrar variados diarios de rodaje de directores que acercan el quehacer cinematográfico a lectores cinéfilos que se deleitan con anécdotas y reflexiones. Conquista de lo inútil –inquietante título–, resulta algo más que eso, siendo menos. Como describe el propio Werner Herzog, su libro no es un mero informe sobre el rodaje de su película Fitzcarraldo (1982), sino, más bien, un conjunto de “paisajes interiores, nacidos del delirio de la selva”. Pareciera ser, incluso, que el tema principal del libro es la selva, que Herzog describe con obsesión, en un intento por descifrar aquel enigma que lo rodea: el río, la lluvia, el calor abrasivo, la humedad, el ensordecedor cerco de los insectos, la actividad de los animales, los hábitos de los indios, los misterios de la superstición. 

Recién más tarde, casi a la mitad del libro, Herzog escribirá sobre el rodaje y la película: la historia de un loco visionario que quiso llevar la ópera a un teatro en lo más perdido de la selva amazónica peruana y su descabellado objetivo de trasladar por tierra un barco de vapor que debía subir y bajar una montaña entre dos ríos. Como en un juego de espejos, entre el director y su personaje, filmando aquella película, Herzog se retrató a sí mismo. Conquista de lo inútil narra de manera conjunta aquella doble hazaña.

Allí, nos sumerge con él. Adentrándose en disquisiciones y aún perdiéndose en repeticiones, Herzog logra retratar la aventura de sobrevivir cada día entre fieras y tormentas, demonios y fantasmas, narrando la utopía del esfuerzo sobrehumano por superar circunstancias hostiles, entre selvas e infiernos. La titánica lucha, tan brutal como fascinante, por conquistar lo ínutil; la delicada existencia.


3. Linterna mágica, de Ingmar Bergman. TusQuets Editores, colección Andanzas, 1992

En El séptimo sello –film de Ingmar Bergman– el actor Skat se abraza desesperado a la copa del árbol de la vida y pregunta: “¿No hay reglas especiales para los cómicos?” “No, no hay reglas especiales para los actores” le contesta la muerte antes de serruchar el tronco. Tampoco las hay en la vida de Bergman. Así va recorriendo sus miedos tempranos, sus inseguridades, su férrea tenacidad en su vida artística, su tiranía –que no le permitió gozar del poder, tanto como director de teatro como cineasta–, su relación con los actores, con sus mujeres e hijos. Criado bajo reglas religiosas y morales estrictas, donde la figura de su padre, pastor luterano, marcó su personalidad e instaló un miedo profundo. Bajo un concepto jerárquico donde el pecado, la confesión, el castigo, el perdón y la misericordia eran los factores que construían los lazos con sus progenitores y con dios. 

Tuvieron que pasar muchos años para que el teatro y el cine le revelaran la existencia de la libertad, que no conoció en su niñez y adolescencia. Estas memorias se inician en julio de 1918, el día de su nacimiento, bautizado con urgencia en el hospital por la fragilidad de su salud y la figura de la madre con gripe, escena que vuelve al final del libro cuando Bergman busca el diario íntimo de su madre y lee su propio nacimiento, cargado de enfermedad, fobia, agotamiento y temor ante la muerte de su hijo.

Pudo verla inclinada ante su diario, imagen que le permitió hacerle preguntas, entender cómo y por qué: “... empecé a hacerle preguntas de cosas que creía enterradas. Pedí responsabilidades. Acusé… Yo tengo que pensar en lo que tengo, no en lo que he perdido ni en lo que nunca he tenido. Reúno mis tesoros en torno mío. Algunos relucen con un brillo especial”.


4. El cine según Hichcock, de François Truffaut. Buenos Aires, Alianza, 2007

Link al catálogo BCN: https://consulta.bcn.gob.ar/bcn/catalogo.verRegistro?co=661631&fs=32

Alfred Hitchcock es uno de los directores de cine sobre los que se ha realizado más pedagogía. Adentrarse en el mundo del "maestro del suspenso" es una buena opción para conocer mejor el cine y sus fundamentos, su historia y sus técnicas. Las películas del director británico representan en buena medida la esencia misma del cine. Su obra ha sido una de las más estudiada por múltiples especialistas, sin embargo el libro más reconocido y citado sobre el director inglés es la serie de entrevistas realizadas por el también director de cine francés, Francois Truffaut, publicadas con el nombre El cine según Hitchcock, editado por primera vez en idioma francés, en el año 1966. El libro se enmarca en el flujo de inquietudes promovidas en Francia por el movimiento conocido como la nouvelle vague, creado a finales de los años 50 del siglo pasado. Este movimiento cinematográfico, que aportó grandes películas a la historia del cine, desarrolló paralelamente una importante tarea de divulgación.

El cine según Hitchcock es una lección de cine impartida en primera persona por uno de los directores más reconocidos de todos los tiempos. En los años 60, Hitchcock se encontraba en su plenitud como creador. Las series de televisión, que además producía, como Sospecha o Alfred Hitchcock presenta contribuyeron a proyectarlo como una auténtica estrella cinematográfica, sacando a la luz la trascendencia de su labor como director, como creador y autor total de sus películas. 

El libro de Truffaut toma como base las entrevistas realizadas a Hitchcock, mientras el director británico estaba trabajando en el montaje de su película Los pájaros. En la versión definitiva del libro se analizan las 54 películas de Hitchcock, incluyendo The Short Night, película que preparó y comenzó a rodar pero que no logró concluir. 

El propio Truffaut afirmó que no se consideraba autor del libro, sino un provocador del mismo. El punto de partida fue un cuestionario de 500 preguntas sobre la carrera de Hitchcock. El británico aceptó el reto de contestarlas. Con 15 capítulos en su primera edición, y uno más en su versión definitiva, el lector puede asistir a un diálogo en el que, con gran rigor y poca complacencia, Hitchcock hace un exhaustivo repaso por su producción cinematográfica. Es así como, en el texto, toman forma algunas de las claves manejadas por Hitchcock en su concepción del cine. Pará él, el respeto por el público es el elemento más importante en el proceso de comunicación cinematográfica. Hitchcock defiende una narración transparente, sin trampas narrativas, de manera que el espectador se involucre en la trama.

Desde el principio de su filmografía, Hitchcock, recurrió al humor (muy inglés), a situaciones inverosímiles y a veces a finales forzados, de manera que no le preocupaban las incongruencias, ni las fallas, sólo le interesaba que el espectador aceptara la historia. 

Esta concepción del cine, en el que el director es el responsable absoluto, representa la confirmación de lo que conocemos como cine de autor. El estilo de cine de Hitchcock ha sido replicado por grandes directores, con. Brian De Palma o Quentin Tarantino como claros ejemplos, que nos permiten entender que el director británico atravesó tiempos y generaciones, y que su influencia aún hoy sigue vigente, por lo cual El cine según Hitchcock de Francois Truffaut se transforma en un texto imprescindible para los amantes del cine. 


5. Bonus: El mono en el remolino. Notas del rodaje de Zama de Lucrecia Martel, de Selva Almada. Literatura Random House, 2017

Selva Almada es entrerriana y conoce el Litoral. Escribe historias, dramas que allí ocurren. Con ese tono y color, registra anécdotas de la filmación de la película Zama (2017), de Lucrecia Martel.

Zama fue primero una novela (1956) de Antonio Di Benedetto (1922-1986), escritor mendocino olvidado por el canon literario exiliado en España durante la dictadura argentina. La novela cuenta la historia de un hombre que espera; podría ocurrir en cualquier siglo, en cualquier contexto, pero el escritor decide ubicarla en el Virreinato de España, nuestra época colonial.

Cuenta Almada: “Daniel Giménez Cacho es el único de los actores que participó en todas las jornadas de rodaje. Dos meses y medio siendo Diego de Zama. Cuando leyó la novela, Giménez Cacho se enojó con el personaje. Qué tipo gris, qué aburrido. Cómo vas a hacer una película con un tipo así”.

Daniel Giménez lo hizo, Lucrecia Martel lo filmó, Selva Almada lo anotó. 

Zama ganó premios en todos los festivales que recorrió, entre otros el Premio Goya del cine español y el Cóndor Argentino del cine argentino. Era una película que todo espectador estaba esperando. Y el libro de Almada, que replica el tono, nos devuelve a la película, tras bastidores, brindándonos nuevamente la oportunidad de disfrutar esa eterna espera.




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