Los Lugones


La figura de Leopoldo Lugones excede cualquier rótulo que intente definirlo. Inseparable de la historia del modernismo fue sin embargo un escritor inclasificable que buscaba “hallar imágenes nuevas y hermosas, expresándolas con claridad y concisión, para enriquecer el idioma”. En esa búsqueda escribió variados géneros: cuento, poesía, novela y ensayo, así como también atravesó un variado abanico ideológico y político. En 1905, el barroquismo de Lugones se extrema tanto en los versos de Los crepúsculos del jardín como en la prosa de La guerra gaucha, llevada al cine en 1942. Por su parte, con El Payador, de 1916, consagra esa obra al Martín Fierro de Hernández en búsqueda de una sinuosa idea de “Patria”: rastrear los orígenes argentinos en la figura redimida del gaucho. 

En su poética hubo tres temas casi ausentes: la política, la religión y el amor. Tuvieron que pasar más de cincuenta años de su muerte para que podamos leer las cartas y poemas a su joven y amada “Aglaura”. Poesías amatorias, eróticas, románticas en un hombre que fue reacio a “las  confesiones”.

En la estirpe de Los Lugones se repite y amplifica  lo que el poeta modernista había inaugurado a fines del siglo XIX con el periódico socialista revolucionario La Montaña  - que dirige junto a  José Ingenieros - hasta pronunciar en 1929 el discurso conmemorativo del centenario de la batalla de Ayacucho, donde la célebre frase  “ha llegado la hora de la espada”  desnuda por completo su giro ideológico: un intelectual de izquierda que se ha transformado en un vocero del poder.

Los Lugones que vendrán serán arrastrados por los vaivenes de la política nacional y el cruce de tragedias privadas. Un hijo - con su mismo nombre - que hará uso de su condición de Comisario General de la Ciudad de Buenos Aires para introducir la picana eléctrica como instrumento de tortura, y que más tarde romperá el romance de su padre con su amante y terminará suicidándose, al igual que el escritor. Una nieta, Susana “Pirí” Lugones, militante política, escritora, desaparecida en 1977 hasta hoy y una bisnieta “Tabita”, que se encargará de recaudar los fragmentos de su historia desde las voces de las mujeres de su familia  que habían sido silenciadas por un siglo.

En la nueva entrega de Recomendaciones de Libros de la BCN: Los Lugones, un recorrido variado, poético y apasionado que acompaña los vaivenes de la historia política argentina. 


1. El Payador y antología de poesía y prosa, Leopoldo Lugones. Biblioteca Ayacucho, Caracas. 1979. Primera edición: 1916

Link al catálogo BCN: https://consulta.bcn.gob.ar/bcn/catalogo.verRegistro?co=285103&f



Leopoldo Lugones empieza a pensar El payador en París, lo redacta en Londres y lo concluye en Buenos Aires. Antes de aparecer en volumen, había leido gran parte de él en un teatro porteño, luego fue modificando algunos capítulos y agregando otros, editándose tres años más tarde. Ese mismo recorrido ecléctico e inasible que tiene la obra antes de ser publicada es el que se recorre por sus páginas. Desde el comienzo hasta el final, el autor merodea la idea de Patria, la cual, en verdad, anima todos sus libros habitando todas las contradicciones que esta idea porta.  
El Payador consta de tres partes: una introducción estética y descriptiva, un vocabulario y el texto original, comentado. Sólo apareció la primera, Hijo de la pampa, que es la que se edita, basándose principalmente en el Martín Fierro tratado como un poema épico. Lugones, movido por su pasión helenística, ve en la obra de Hernández una epopeya fundacional de la misma manera que para los griegos es La Ilíada

Como Sarmiento, Joaquin V. González, Juan A. García, M. Leguizamón, Ramos Mejía o Ricardo Rojas, el escritor procura una imagen racial del argentino en base a factores étnicos y ambientales, en que se produce un paulatino mestizaje que perfila una modalidad “argentina” de caracteres originales. En el último capítulo de El Payador — “El linaje de Hércules”— remata conceptos en ese sentido en expresiones como “El hijo de la pampa” y “A campo y cielo”. En este mismo sentido carga de menosprecio la imagen del indio y sólo ve en él sensualidad, indolencia y codicia, mientras el gaucho, aunque a fines de su teoría aparezca como paladín obstinado en la restitución de la justicia e inspirador de una poesía de signo nacional, resulta condenado, sacrificado con justicia, en favor de un principio de “selección natural”: “Su desaparición — escribe— es un bien para el país, porque contenía un elemento inferior en su parte de raza indígena”. Luego, y siguiendo el signo de su pensamiento como un perseguidor de ideas aunque estas se contradigan, añade razones para enaltecerlo:  “pero su definición como tipo nacional acentuó en forma irrevocable, que es decir étnica y social­mente, nuestra separación de España, constituyéndonos una personalidad propia”

La escritura de El Payador ofrece distintos planos: el de la especulación estética y moral; el de la exposición teórica e ilustrativa y el de creación cuasi poemática, al modo del trozo que empieza: “Era de verlo por la pampa amarillenta...” , el retrato del estanciero y el hogar del rico y en el mismo la antológica descripción del incendio, entre otras zonas a veces trabajadas con exceso, pero casi siempre eficaces y oportunas. En cualquier antología de la prosa española serán indispensables estas páginas que elaboran los orígenes pastoriles argentinos basados en el desierto, los incendios, el regreso del padre, la yerra, los indios, los desafíos de la guitarra y del cuchillo; el Gaucho.

2. Cancionero de Aglaura, Cartas y poemas inéditos, Leopoldo Lugones. Compilación: María Inés Cardenas de Monner Sans. Ediciones Tres Tiempos.1984 




El  Cancionero de Aglaura, cartas y poemas inéditos, es un legado de amor y un pacto de amistad. Un libro que reúne las poesías y cartas que el escritor Leopoldo Lugones le escribió a la joven Emilia Cadelago. Fue su amiga María Inés Cárdena de Monner Sans quien compiló todo el material que Emilia le legó, publicado -del modo que ella le pidió- cuando todos los protagonistas de esta historia estuvieran muertos.
Era el año 1926 y Emilia cursaba  Letras en el Instituto del Profesorado, tenía que leer Lunario Sentimental de Luganos que estaba agotado. Ni siquiera encontró el ejemplar en la Biblioteca del Maestro donde el poeta era el director. Al momento de retirarse, la bibliotecaria le dijo: “Ahí entra el señor director, pídaselo directamente”. Se acercó y antes de emitir palabras Lugones le preguntó: “¿Viene por un autógrafo?, “No señor”. La hizo volver por el libro y desde entonces nació entre ambos una relación amorosa intensa. “ Lo que aquella tarde me cambió la vida/ Dejándolo a la otra para siempre atada.”  Emilia por entonces tenía dieciocho años y Lugones cincuenta y dos, ella era soltera y él casado con un  hijo que llevaba su mismo nombre.
Durante seis años se amaron intensamente, con encuentros furtivos, cartas y llamadas telefónicas. No eran fáciles las citas, Lugones era un intelectual central en la cultura de la Argentina. Nada hacía suponer un abrupto final con su amada Aglaura (diosa griega que significa brillantez)  pero  su hijo - comisario de la policía de la capital- había interceptado los teléfono de la familia Cadelago. Llegó a la casa familiar con las grabaciones y les informó que si ellos como padres no hacían nada para interrumpir esa relación estaba dispuesto a iniciar los trámites para declarar insano a su padre. Noticia que le provocó a Emilia tal espanto que decidió terminar con la relación y no verlo nunca más. 
Las cartas que siguieron de Lugones develan su dolor y su búsqueda. Se suicidó en 1932 y Emilia murió en 1981. A partir de ahí su amiga pudo develar otra faceta del poeta, no el intelectual como una estatua de bronce que deseaba su hijo. Un hombre, que pide y suplica “Aglaura, mi cariño, tan cercana entonces, tan distante ahora, para siempre. ¿Será posible? Será posible cuando todo  en mi te grita el  amor, el delirio, bajo aquel mismo rayo de sol en que me consumías hasta morir, mi locura, mi asesina adorada, mi ansia de la vida, mi sed de besos, mi hambre de tu boca.” 

3. Cuervos de la memoria. Los Lugones, luz y tinieblas de Tabita Peralta Lugones. Ediciones De la Flor. 2014




Tabita Peralta -nacida en Buenos Aires en 1949- es hija de Susana “Piri” Lugones – escritora y militante política secuestrada en 1977 durante la dictadura militar- y bisnieta del poeta Leopoldo Lugones. 
Se trata de un libro difícil de clasificar entre diario personal, memoria y novela, con un tono narrativo que combina crudeza y ternura. La autora, en una suerte de anecdotario familiar, narra las glorias y penurias de los Lugones, a través de una habilidosa tercera persona que se ubica como un personaje más en la trama. Tabita retrata el entorno familiar a través de figuras como su madre “Piri”, el poeta Lugones, el comisario “Polo” Lugones –su abuelo-, la amante oculta del poeta, Emilia Cadelago, entre otras, entrelazando la historia familiar y nacional.
Cuervos de la memoria recoge el mandato de la estirpe femenina de los Lugones, confirmando aquella especulación de que a la saga lugoniana la comienzan los hombres y la consolidan sus mujeres. 
“Escribir entonces el pasado. Recordar desde atrás… Voces de mujeres, de otras mujeres que la hacen y la rehacen también a ella, voces que recordaron en otros momentos a otras mujeres… Escribir para que esta historia sea la propia y nadie se apropie de la historia que le corresponde escribir. Las voces de las mujeres de esta familia recorren más de un siglo silenciosas, despojadas de lo más importante, de sus propias vidas en nombre de.”

4. Bravas. Alicia Eguren de Cooke y Susana Pirí Lugones, dos mujeres para una pasión argentina. María Seoane. Editorial Sudamericana. 2014




Susana Lugones y Alicia Eguren nacieron en los años veinte, estudiaron en Filosofía y Letras, fueron intelectuales, guevaristas y militaron el peronismo en la clandestinidad, encarnando el decir de Rodolfo Walsh, cronista de aquellos tiempos: “El intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante; y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”. Ambas fueron perseguidas y luego asesinadas por la dictadura militar. 
Susana Pirí Lugones, “nieta del poeta, hija del torturador”, como ella misma se presentaba, tuvo una vida digna signada por la tradición familiar. Como su abuelo paterno, se sumergió en el mundo de los libros, fue poeta, cuentista, traductora, periodista pero fundamentalmente se destacó como editora. En Ediciones de la Flor dejó su impronta en el nombre de la misma: Ustedes lo que quieren es una flor de editorial, le despachó a sus compañeros de aventura. “El libro de los autores”, publicado por ellos, se considera uno de sus mejores trabajos, en el que grandes autores argentinos de la época como Borges o Walsh eligen y prologan un cuento a elección. 
Como periodista, circuló por Sur, Contorno, Che, entre otras memorables revistas.
Madre, amiga, compañera entrañable, es imposible visualizar los años `60 sin Pirí: sus ojos pintados, sus perfectos conjuntos de ropa siguiendo la tradición de las mujeres de su familia, las fiestas para intelectuales en su pequeño departamento del Hogar Obrero, rodeada de sus hijos, su lucidez, su desesperación.
Seoane entrelaza las historias personales de estas mujeres con la historia del país, destacándose en la etapa de participación política de ambas, en esta bi-biografía narrada, que resulta interesante como ejercicio de juntar dos vidas y repasar toda una época.

5. La guerra gaucha Leopoldo Lugones.Ediciones Huemul (primera edición) 1905

Link al catálogo BCN: https://consulta.bcn.gob.ar/bcn/catalogo.verRegistro?co=713184&fs=32



Se trata de la primera obra de prosa de Lugones. En esta obra, encontramos un libro de relatos sobre los guerrilleros gauchos, que comandados por Martín Miguel de Güemes lucharon contra los realistas durante la Guerra de Independencia Hispanoamericana. 
"La guerra gaucha" está escrita en lenguaje gauchesco, y resulta un verdadero desafío para quienes no tienen un acabado conocimiento sobre este particular argot.
Leopoldo Lugones, para escribir este libro, había viajado a la provincia de Salta, para conocer personalmente los lugares en que se desarrolló la lucha y registrar la tradición oral sobre la misma. Por esa razón, el libro abunda en lo descriptivo, deteniéndose en extensos detalles de las características del paisaje y la naturaleza salteña. El tratamiento del escenario natural es realmente uno de los elementos que más contribuyen al valor literario de "La guerra gaucha". Hay una vivencia directa de la naturaleza de la región, en que tuvo lugar la epopeya. Esto aparece como el resultado de lo que el propio Lugones rescató en su viaje a Salta, revisando archivos, recogiendo tradiciones orales y documentando hasta el mínimo detalle las creencias, recuerdos y las actitudes que todavía perduran en ésa región de nuestro país, como el recuerdo de un pasado glorioso para convertirlo en una epopeya nacional. 
Otro de los puntos a destacar es un alarde de técnica verbal, que exige el constante empleo del diccionario, debido al uso de arcaísmos y neologismos, que muestra un conocimiento profundo del idioma, con el cual el escritor, intenta evitar la fácil imitación del lenguaje gauchesco. 
El conjunto de narraciones breves, que forman esta obra, no es la historia, aunque sean históricos sus conceptos y su fondo. En palabras del propio Leopoldo Lugones, "los episodios que la forman, intentan dar una idea, lo más clara posible, de la lucha sostenida por montoneras, y, republiquetas contra los españoles que operaron en el Alto Perú y en Salta desde 1814 a 1818". 
Otra de las particularidades de "La guerra gaucha" es que no se advierte el protagonismo de un héroe nacional individual y excluyente pues alude a una realidad anónima, colectiva como todas las grandes resistencias nacionales. De este modo Lugones se erige como el "historiador" de las multitudes sin apellido de la tierra americana

Bonus track: Lugones y el cine
A 79 años del estreno de La guerra gaucha dirigida por Lucas Demare (1942)



Fueron Homero Manzi y Ulyses Petit de Murat, los gestores de La guerra gaucha plasmada en la pantalla grande. 
El golpe del '30 había cambiado la vida de muchos de los protagonistas de esas décadas. 
Homero Manzi había perdido sus empleos como docente de literatura en varios colegios nacionales, y encontraba en el cine una forma de ganarse la vida. Ulyses Petit de Murat, crítico y periodista, también se estaba acercando al cine como guionista, mientras se desempeñaba como jefe de la sección Cine, del diario "Crítica". Para 1940, Argentina Sono Film, reúne finalmente a Manzi y Petit de Murat, para escribir "Con el dedo en el gatillo", una biografía sobre la vida del anarquista Severino Di Giovanni. 
Al poco tiempo, les llegaría una oportunidad única, los actores Enrique Muiño, Francisco Petrone, y Ángel Magaña, junto al director Lucas Demare deciden fundar una productora que funcionaria como cooperativa, y una de sus primeras decisiones es convocar a Manzi y Petit de Murat para escribir el guión de La guerra gaucha
En un principio resulta difícil encontrarle al libro un real potencial cinematográfico, pero la figura de Leopoldo Lugones los fascinaba, y el tema se prestaba a cierto objetivo programático de la productora, realizar películas que "enseñaran a ser argentinos". 
El guión reúne varias líneas de acción que fueron tomadas de los diferentes relatos que componen el libro. 
Con un elenco estelar, que reunió a Francisco Petrone, Enrique Muiño, Amelia Bence, y Ángel Magaña entre otros, La guerra gaucha llevada al cine rescata la idea principal del libro de Lugones, los protagonistas son anónimos, o los "sin nombre" como se dice al final de la película. 
Como reflejan las gacetillas de la época, la película fue filmada en el mismo territorio de los hechos, por no decir, en la provincia de Salta. Con una cantidad inusitada de exteriores, y más de mil extras, la producción costó 269 mil pesos de la época.
Finalmente La guerra gaucha fue estrenada el 20 de noviembre del 1942, y fue un suceso de taquilla, estuvo 19 semanas en cartel, y fue vista por 170 mil personas, un verdadero éxito en la historia del cine argentino. 



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