En esta tercera entrega de “Jueves de película” recomendamos filmes que centran sus historias en lugares donde se guarda la memoria: estanterías, bibliotecas, librerías, espacios donde fluye el fuego del pensamiento, el fragor de la palabra y, también, donde la materia se inflama al punto de quedar en llamas.
La librería
La directora española Isabel Coixet cuenta historias cuyas protagonistas enfrentan situaciones límite con valor. Así filma Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras y La librería, de 2008, nuestra primera recomendación. En ella, Florence (Emily Mortimer) decide poner una librería en un pueblo británico donde nadie lee. Lo que parece ser un objetivo inofensivo, desata una serie de odios y enemigos que contrastan con la afabilidad de esta mujer viuda y solitaria que considera que los libros son objetos preciados. La historia fluye con un tiempo propio y está ambientada a fines de los años 50 con una cuidada puesta en escena. Entre los libros que pasan por la librería, se hace especial énfasis en la edición de Fahrenheit 451, que causa sensación en algunos personajes. La obra distópica de Ray Bradbury narra una sociedad del futuro, en la cual los libros están prohibidos y se queman a 451º, temperatura a la que el papel se inflama y arde.
En La librería, al igual que en la novela, los libros se revelan como presencias realmente amenazantes.
Fahrenheit 451
François Truffaut, también imbuido por la obra distópica de Ray Bradbury, lleva Fahrenheit 451 al cine en 1956 pero con un estilo alejado de la nouvelle vague. Con los libros como personajes, la película se sitúa en una sociedad posterior al año 2010, en donde la tarea de los bomberos no es la de apagar incendios –las casas no son inflamables en el futuro–, sino la de quemar libros, pues según la consideración del gobierno, leer trae angustia y amasa una mirada crítica y negativa sobre el mundo. Pero lo que realmente se persigue es crear personas sumisas, que no cuestionen nada y sirvan para maximizar el rendimiento laboral que requiere el sistema.
Las alas del deseo
Los ángeles son testigos de la decadencia de un mundo cada vez más mercantilizado, figuras en blanco y negro que deambulan por Berlín escuchando los padecimientos de las personas sin intervenir, pero transmitiendo algo de su presencia como una delicada intuición.
En la película Las alas del deseo (1987) de Wim Wenders, Damiel y Cassiel son dos ángeles que toman nota de las situaciones que sienten extrañas, diferentes, poéticas, como si quisieran dotar al mundo de belleza mientras tratan de entender lo que no pueden en su condición angelical: el sabor del café, el humo de un cigarrillo o un beso. ¿Dónde irían estos hombres alados para comprender el alma humana sino a una biblioteca? Lugar donde se juntan distintas dimensiones: la terrenal con la del cielo, el espíritu con la materia. Ahí están, aunque nadie los vea, en una biblioteca gigante tratando de hilvanar tanta fragmentación en un territorio donde habitan todas las historias.
La casa de los libros perdidos
La última película de estas recomendaciones es La casa de los libros perdidos, el Fahrenheit 451 argentino. Una producción de la Universidad Nacional de Córdoba cuyo equipo de trabajo estuvo liderado por Diego Julio Ludueña. El documental cuenta la historia de una familia cordobesa que en 1976 decide esconder su biblioteca dentro de una de las paredes de su casa debido a la persecución que sufría el padre. En democracia, luego de varios años, la familia vuelve a la casa y se reencuentra con esos libros. La película hace la analogía de los libros con las personas: prohibidos, secuestrados, quemados, escondidos, exiliados.
Toda la memoria del mundo
El bonus track es un cortometraje en blanco y negro de Alain Resnais, Toda la memoria del mundo, de 1956. Un documental de 20 minutos donde se muestra cómo funciona la Biblioteca Nacional de París, un almacén de la historia que alberga la memoria colectiva de la humanidad. Su acumulación requiere cada vez de más espacio, y así debe excavarse el suelo y encontrar la altura que alcanza el cielo. Por otra parte, el cortometraje relata una cantidad de trabajos necesarios, como catalogar, resguardar el material o disponerlo para su utilización, entre muchas otras actividades que hacen de una biblioteca, una fortaleza silenciosa.